domingo, 3 de mayo de 2015

Mi faro de Alejandría.


Ella es un café por la mañana y una ventana abierta en nosotros.
Para papá ella es su guerrera preferida,
una amazona de aquí y de allá que no deja de luchar ni un segundo en su día.

Es el humo de todos los cigarros que se ha fumado pensando en cómo hacerlo y todo lo hacía.
Cómo le dices a un ángel que el cielo es dónde él vaya,
y ella sigue aquí durmiéndonos entre nubes.

Se ha perdido en rezos y caricias
y nos hemos encontrado gracias a sus besos en ciertas noches
y a las risas de los miedos que venían.

Probablemente nos habríamos hecho de acero en la cama abrazados mezclando
gatos con dinosaurios y no del cristal que somos.
Del cristal que creemos ser.

Porque la he visto levantar con un dedo todas las cosas que nos quitaban el sueño.

Cuando mamá llora algo se apaga en el país de los sueños, esos en los que aún dormimos.

Y hoy me encuentro aquí mirando por encima de la niebla que a veces no le deja ver que los monstruos los ha matado siempre ella
y que mañana morirán mil más bajo su nombre.

El lugar al que voy cuando todo está oscuro.

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