miércoles, 28 de enero de 2015

La bala número cincuenta y ocho.








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Te he querido tanto y tanto tiempo,
que se me olvidó cómo pude llegar hasta ese punto.

Quizás nos confundimos y no hay ningún culpable.

No soy de esas que piensan en destino o en casualidades,
pero esos ojos azules dándome besos en cada lagrima
no podían ser "por que sí".

Quizá el cincuenta y ocho no sea un número y ya está,
puede que sea la suma de todo lo que nos hemos dicho 
y no nos hemos hecho estos años.
Voy a recordarte siempre con esa sonrisa de paz,
aunque no quieras,
aunque duela.

Reflejo en todo lo que escribo todas las dudas que soy,
las dudas que somos, que hemos sido, 
para todos, 
menos para mí.

Yo te prometo que si muriera mañana iría todas las noches
a darte el beso de 'buenas noches' que te debo.

Ojalá te quieran, ojalá quieras.

Y espero que a tu hija no le pongas mi nombre para tener una excusa y hablar de todo lo que nos queda por decir.

Si de mentirnos tanto ni siquiera nos creció la nariz,
se dio por vencida.


Como tú amor.


Ódiame.

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